jueves, 1 de noviembre de 2007

Sueño Recurrente (Cuento)

 Héctor lleva noches sin dormir bien, desde que soñó que era asesinado.

Cada noche era igual. Cerraba sus ojos y parecía haberse despertado recién de su sueño, porque continuaba como sino hubiera estrellado el despertador hasta hacerlo callar, no hubiera tomado esa ducha semi-fría para despertar, ni hubiera tragado el desabrido café de cada mañana, ni le hubieran apretado hasta casi sacarle los ojos en el metro, como sino hubiera atendido cinco mails de reenvío y tres cadenas, como si nunca le hubiera reprendido su jefe por no terminar el trabajo encomendado a principios de mes y no hubiera pasado a comprar al supermercado esos palmitos que partía como "con láser" para hacerlos durar.

Nuevamente llegaba a casa temprano y con luz, revisando con temor cada habitación, empujando las puertas con violencia y entrando por sorpresa.

Tenía horas para tranquilizarse y cuando se sentía completamente seguro desarmaba la cama y cómodamente cerraba sus ojos para descansar.

Pero cada vez sucedía, no importaba lo relajado, no importaba que antes hubiera visto los Simpsons. Ahí estaba nuevamente la pesadilla: abría la puerta, estaba todo oscuro, una silueta se levantaba de detrás del sillón y le abatía directo al corazón. Nunca el sueño terminaba ahí, primero tenía que sentir que agonizaba, el dolor que esto le producía y una voz le llamaba para que viniera entre risas. Ahí despertaba, cuando huía de esa voz suave y siniestra que le llamaba...

Su vida era un desastre, sólo pensaba en hacer cosas para distraerse y cuando dejaba de hacerlo, volvía a su mente esa pesadilla. Entonces seguía evitando pensar, tanto que no trabajaba y le estaba trayendo problemas.

Aparte de lo anterior el cansancio era notorio, pues despertando de la pesadilla solía evitar volver a dormir, pues no quería saber en qué terminaba.

Pasaron semanas, ya iba para el segundo mes sin un sueño tranquilo. Tenía mucho que agradecer de la paciencia y la gran amistad que tenía con su jefe. Habían conversado su situación y la había entendido, pero con el compromiso de tomar cita para un especialista. Tal vez si le recetaban pastillas para dormir frenaría el efecto negativo que estaba ocasionando en él la falta de sueño.

Héctor partió como cada día en punto, pero era distinto. Hoy iría a su cita. Estaba ansioso por terminar su tortura nocturna.

En la consulta tomó conocimiento de cuántas personas podían padecer sicológicamente, su espera se hacía eterna; pero llegó su turno.

Corriendo salió de la consulta para alcanzar a comprar los medicamentos, ya que no quería pasar una noche más sin descansar.

Venía tan agotado de vuelta a su casa que no se dio cuenta que era de noche.

Ya dentro de su departamento y a oscuras recordó su sueño, qué tal vez no era una pesadilla, sino una premonición. Fue entonces cuando vio la silueta levantándose y cayó al suelo. Sentía ese mismo dolor en el pecho y se revolcaba sabiendo que moría. Entonces oyó la voz, esa voz que le aterraba en su sueño, la voz de su jefe riendo y gritando: ¡Feliz cumpleaños!.


Ingrid.

(Este es el primer cuento que hago público. Si encuentras que lo hice mal, por favor deja tus razones, me interesan mucho. Gracias). 

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